Anticipemos que el sector de la minería en general es muy peculiar, en el sentido de que su actividad se fundamenta en la extracción de recursos naturales (en general escasos) y no renovables. El panorama económico mundial revela con claridad que incluso la abundancia de recursos naturales (como los mineros) no garantiza el desarrollo de un país o región. No obstante, su existencia ofrece amplias posibilidades de prosperidad económica y modernidad a las zonas que los poseen.
Todo el mundo necesita de los recursos energéticos. De una u otra forma los utilizamos en cada día de nuestra vida; proporcionan fuerza, calor, luz…
Encabezados por el petróleo, los recursos fósiles son los que aportan el mayor porcentaje del total de la energía que se consume en el mundo; en el caso del carbón es necesario decir que es la fuente no renovable menos utilizada en España y en la UE (con una clara tendencia a su sustitución por otras menos contaminantes).
La importancia de nuestros recursos no ha dejado de crecer desde sus primeras aplicaciones; en la Revolución Industrial se disparó el consumo y la tecnología para aprovechar la energía de los minerales (el carbón se empieza a utilizar como fuente de energía en el año 1200). En el contexto de las dos Guerras Mundiales, y con finalidades bélicas, adquieren importante protagonismo las extracciones gallegas de wolframio y estaño. Desde los años 60, se fue reduciendo la actividad minera, debido a la posibilidad de importar recursos más baratos y la utilización del petróleo.
Desde los años 90, la minería se adapta a la política común de la UE, que provoca